Bienvenidos al futuro

tomado de la revista Ñ (Clarin)



En 1931 el diario The New York Times celebró su octogésimo aniversario e invitó a Henry Ford y a otros siete innovadores estadounidenses a pronosticar cómo sería la vida ochenta años después. W. J. Mayo, el fundador de la Clínica Mayo, dijo que para 2011 el promedio de vida, que entonces era de apenas cincuenta y cuatro años, llegaría a setenta (es de 77,9). El físico Arthur Compton destacó el ascenso de China y señaló: “La ciencia ya no será monopolio de Occidente.” William Ogburn, un sociólogo, declaró: “La gente estará más nerviosa y durante un tiempo aumentarán los trastornos mentales, pero para 2011 los higienistas mentales probablemente habrán dominado la situación.” Los pronósticos son errados y acertados con la misma frecuencia. ¿Por qué, entonces, tienen un atractivo tan persistente? ¿A qué fines han servido desde la Antigüedad hasta esta era de la información? Lo que sigue es una selección de columnas de expertos en diversas áreas, convocados por ese diario y The Guardian para imaginar las próximas décadas de la humanidad. Asómese al futuro.

Necesitamos ilusiones
Edward Tenner
Historiador de la tecnologia
Desde que el editor de Julio Verne rechazó la segunda y más exacta novela del escritor, París en el siglo XX, en parte por implausible (“Ni siquiera si fuera usted un profeta alguien podría creer hoy esa profecía…”), y el manuscrito quedó arrumbado en 1863, la predicción ha sido algo peligroso.
Desde hace un tiempo, la capacidad de crear nuevos objetos y organismos crece de forma geométrica, mientras que nuestra habilidad para modelar sus riesgos a largo plazo sólo aumenta de forma aritmética, como lo demuestran muchos receptores de caderas artificiales. Los primeros visionarios de los viajes espaciales no entendían del todo los desafíos de la radiación y el polvo lunar que deberían enfrentar los astronautas en misiones prolongadas.
El cambio social y medioambiental a largo plazo puede ser aún más difícil de predecir. Hay tres patrones que puedenparecer igualmente plausibles: extrapolación, saturación y oscilación. ¿Qué continuará de forma indefinida, qué se va a estabilizar y qué se revertirá y tal vez involucionará?
Los pronósticos errados retardaron la energía nuclear como alternativa a los combustibles fósiles. Incluso antes del accidente de Three Mile Island de 1979, la industria nuclear reducía la construcción de nuevas plantas, en parte porque extrapolaba una caída de la demanda que resultó ser temporaria. Por otro lado, la predicción acertada que hicieron algunos ejecutivos nucleares en 1980 (según un reciente panel de especialistas) de que la tecnología contribuiría a reducir las emisiones de gases de invernadero no fue escuchada. (A su vez, ¿quién sabe cuáles serán las consecuencias a largo plazo de una expansión de la energía nuclear?) .
En ocasiones, sin embargo, hasta los pronósticos inexactos tienen su valor. Se sigue ridiculizando al economista Irving Fisher por su predicción de octubre de 1929 de que el mercado bursátil había llegado a una meseta elevada permanente. Pero ese fracaso contribuyó a llevarlo a realizar nuevos estudios que ahora tienen cada vez más interés. Dada su estatura en la década de 1920, si en lugar de ello hubiera advertido sobre un derrumbe en 1928, es probable que éste hubiera ocurrido antes, y se lo acusaría de haberlo iniciado.
Además, el excesivo optimismo en el boom de fines de los años 20 nos brindó obras maestras como el Edificio Chrysler, el Empire State y el Waldorf-Astoria. Mientras los consultores tecnócratas daban muestras de un pesimismo errado respecto de las perspectivas de la primera fotocopiadora Xerox, es probable que el fotocopiado en seco y la revolución que significó se hubieran visto retrasados durante años si, en la Depresión, Chester Carlson no hubiera sido igualmente poco realista en relación con los obstáculos que enfrentarían sus ideas antes de que pudiera crearse una versión comercializable. Poco después, se la calificó del invento de rentabilidad más rápida de todos los tiempos. Podríamos aprovechar más esa exuberancia irracional de la vieja escuela. Las sociedades, como los individuos, a veces necesitan ilusiones positivas.

Pronóstico y destino
Elif Batuman
Escritora
Hay dos razones para querer conocer el futuro: para decidir entre alternativas de acción o porque queremos conocerlo. Como escritora, me interesa más el segundo motivo, que me parece que participa de la mayor parte de las formas de pronóstico. ¿Por qué la gente hace que se secuencie su ADN? En parte para tomar mejores decisiones en lo relativo a la salud, pero en parte por motivos estéticos. Siempre hemos creído que los secretos de la identidad y el destino humanos están inscriptos en el cuerpo: escritos en la palma de la mano, codificados en un “labio de Habsburgo” o grabados en el cromosoma Y.
En el pronóstico, identidad y destino tienen una relación inseparable. Eso se debe a que sólo podemos entender la identidad humana como un relato, y el sentido de un relato depende de su final. Sin saber lo que nos pasa, no sabemos quiénes fuimos todo este tiempo; de ahí la última frase de Edipo Rey: “No hay que proclamar feliz a ningún mortal antes de que haya llegado, sin sufrir ningún mal, al término de su vida.”
Los antiguos babilonios practicaban la adivinación por aruspicia: la interpretación de las entrañas de animales. Se piensa que la forma de los intestinos les sugirió la forma del primer laberinto. En La Eneida de Virgilio hay una asombrosa escena de aruspicia. Dido se da cuenta de que está enamorada y sacrifica unas ovejas, para favorecer un matrimonio con Eneas. En lo más hondo de sí, ya sabe cómo van a ser las cosas para ella. Todo va a terminar igual que para las ovejas (con un cuchillo en las entrañas). Cuando Dido, “consulta sus entrañas palpitantes”, ve la respuesta a dos preguntas: ¿Qué me va a pasar? y, lo que es aún más aterrador, ¿Quién soy?

La materia oscura
John Ellis
Fisico
Los próximos 25 años traerán avances fundamentales en nuestro conocimiento de la estructura subyacente de la materia y el universo. Hoy contamos con descripciones adecuadas de ambos pero también con preguntas sin responder. Por ejemplo, ¿por qué las partículas de la materia tienen masa y qué es la materia oscura que constituye la mayor parte del universo? Soy optimista con respecto a que la respuesta sobre la masa se encontrará en pocos años, se trate o no del mítico bosón de Higgs, y creo que la respuesta a la pregunta sobre la materia oscura se hallará en una década.
Muchas propuestas teóricas para responder estas preguntas hacen referencia a nuevos principios físicos, como la existencia de otras dimensiones espaciales o una “supersimetría” entre los elementos constituyentes de la materia y las fuerzas que hay entre ellos, y descubriremos si estas dos ideas son útiles para la física. Ambas intervienen en la teoría de cuerdas, la conjetura más segura que tenemos para desarrollar una teoría completa de todas las fuerzas fundamentales, incluida la gravedad.
¿La teoría de cuerdas estará definida en veinte años? Mi bola de cristal es borrosa sobre este punto, pero estoy seguro de que los físicos vivirán una experiencia emocionante mientras tratan de averiguarlo.

La nanomedicina
Richard Jones
Experto en nanotecnologia
Hace veinte años, Don Eigler, científico que trabajaba para IBM en California, escribió el logo de su empleador en letras formadas por átomos. Esa hazaña fue un símbolo gráfico del potencial del nuevo campo de la nanotecnología, que promete reconstruir la materia átomo por átomo, molécula por molécula, y darnos un poder sin precedentes sobre el mundo material.
Algunos, como el futurista Ray Kurzweil, vaticinan que la nanotecnología llevará a una revolución que nos permitirá fabricar cualquier tipo de producto por prácticamente nada, tener computadoras tan potentes que superarán la inteligencia humana y llegar a un nuevo tipo de medicina de nivel subcelular con la cual podremos abolir el envejecimiento y la muerte. No creo que la “singularidad tecnológica” de Kurzweil –sueño de trascendencia científica que refleja antiguas visiones del apocalipsis religioso– tenga lugar. Algunos obstinados principios físicos se interponen entre nosotros y “el éxtasis de los nerds”. Pero la nanotecnología conducirá a algunas aplicaciones transformadoras.
Nuevas formas de fabricar celdas solares de manera muy barata y en una escala muy grande nos ofrecen la mayor esperanza que tenemos de proveer energía de baja emisión de carbono en una escala lo suficientemente grande para satisfacer las necesidades de una población mundial. Aprenderemos más sobre la forma de intervenir en nuestra biología en el nivel subcelular, y esta nanomedicina nos dará nuevas esperanzas de derrotar enfermedades verdaderamente difíciles que, como el Alzheimer, aquejarán cada vez más a nuestra población a medida que envejezca.
La tecnología de la información que hace funcionar nuestros celulares o laptops ya opera en la nanoescala. Otros 25 años de desarrollo nos llevarán a un mundo de computación económica y ubicua, en el que la privacidad será una anticuada obsesión de nuestros abuelos.
La nanotecnología es un tipo diferente de ciencia que no respeta ninguna de las fronteras convencionales entre disciplinas y desenfadadamente se centra en las aplicaciones y no el conocimiento básico. Dados los enormes recursos que se destinan a ella en China y sus vecinos, esta podría ser la primera tecnología importante de la edad moderna que en su mayor parte se desarrolle fuera de los EE.UU. y Europa.

El poder del juego
Jane McGonigal
Desarrolladora de juegos
En la última década, en los EE.UU. y Europa pero especialmente en el sudeste de Asia, hemos sido testigos de una huida hacia mundos virtuales, como la de los que juegan a Second Life. Pero en el curso de los próximos 25 años, esa huida se revertirá con éxito, no porque vayamos a pasar menos tiempo con los juegos sino porque los mundos virtuales estarán más conectados con la realidad.
Habrá juegos cuya acción estará influenciada por lo que ocurra en la realidad; y habrá otros que utilizarán sensores para que podamos jugarlos en el mundo real. Puedo también imaginar juegos con más actividad física, que se podrán usar para aprovechar la energía: periféricos como una alfombra de baile que atrape la energía que producimos al bailar sobre ella. Además, habrá juegos de resolución de problemas. Ya existen muchos en los que los científicos tratan de enseñar ciencia a los jugadores: cómo construir proteínas para curar el cáncer, por ejemplo. Una tendencia sorprendente es que hoy los jugadores en general prefieren, tres a uno, los juegos de colaboración en lugar de los competitivos. Si miramos atrás, veremos que no hubo juegos de colaboración hasta esta última generación de video juegos. En todos los juegos que se pueden imaginar –de cartas, de ajedrez, de deportes–, todos juegan para ganar. Ahora veremos una mayor colaboración, veremos a las personas jugar juntas para resolver problemas mientras se divierten. También hay estudios sobre cómo inciden los juegos en la mente y las capacidades cognitivas, y muchos estudios científicos indican que se pueden usar los juegos para tratar la depresión, la ansiedad y el trastorno de déficit atencional. Los juegos se integrarán cada vez más a la sociedad.

La computación cuántica
Charles Leadbeater
Escritor
La Red abierta creada por geeks, hippies y académicos idealistas, que creían en el flujo libre y generador de conocimiento, está siendo superada por una Red que es más segura, controlada y comercial, creada por pragmáticos que solucionan problemas. Henry Ford vio cómo ganar dinero fabricando productos que la gente quería comprar y poseer. Mark Zuckerberg y Steve Jobs están viendo cómo ganar plata ofreciendo a la gente la posibilidad de compartir, con arreglo a sus condiciones.
Facebook y Apple están generando el capitalismo en nube, en el cual los consumidores autorizan a las empresas a administrar información, medios, ideas, dinero, software, depositando todo en enormes nubes flotantes de datos compartidos. Se nos invitará a canjear la invasión a nuestra privacidad –las empresas sabrán cada vez más de nuestra vida– por un servicio más personalizado.
Julian Assange y el movimiento que comenzó con WikiLeaks es la versión más radical de la alternativa: una Red libre, igualitaria, abierta y pública. El destino de ese movimiento será un indicio de lo que vendrá. Si logra reunir un amplio apoyo, la red abierta tendrá oportunidad de seguir siendo una fuerza del mainstream. Si se convierte en poco más que una campaña guerrillera, podría ser empujada hacia los márgenes, junto con la radio pública nacional.
Conforme la Red se vuelva móvil, los que paguen más tendrán acceso más veloz. Compartiremos videos, simulaciones, experiencias y entornos, en una multiplicidad de dispositivos a los que prestaremos tanta atención como al interruptor de la luz. En 2035, hablaremos sobre la llegada de la computación cuántica, que nos llevará más allá de la computación binaria digital, de ceros y unos, de prender y apagar, de blanco y negro. El pequeño pueblo de Waterloo, Ontario, donde tiene su sede el Perimeter Institute, financiado por el fundador de Blackberry, actualmente alberga el mayor grupo de físicos teóricos del mundo. De los dormitorios de Waterloo bien podría venir la próxima Web.

Ropa inteligente
Dilys Williams
Diseñadora
La moda es una parte muy importante de nuestra forma de comunicar nuestra identidad a otros, y durante largo tiempo significó vestimenta: las prendas textiles que cubren el cuerpo. Pero en las próximas décadas se pondrá el acento en otras manifestaciones y en formas diferentes de crear sentido de pertenencia y de hacernos sentir bien con nosotros mismos.
Ya estamos diseñando nuestra identidad online, manipulando las imágenes para contar una historia sobre nosotros. Con respecto a la ropa, es posible que veamos una polarización entre artículos que son muy prácticos y otros que tienen mucho más que ver con el mostrar… cosas que pedimos prestadas o compartimos.
La tecnología ya se usa para crear prendas que calzan mejor y son más inteligentes y capaces de transmitirnos cierto grado de información. Esto en parte se ve impulsado por la demanda de los clientes y el deseo de saber de dónde viene la ropa –las etiquetas que nos dirán dónde se confeccionó cada parte de una prenda– y en parte, debido a que los recursos son cada vez más escasos y es más importante reconocer las huellas de carbono y de agua. La cuestión no sólo pasa por la funcionalidad. La moda atravesó un gran ciclo en los últimos 25 años: pasó de ser algo que era atesorado y apreciado a ser algo que se considera desechable, debido a la caída de los precios. Los diseñadores con que trabajo están tratando de incorporar de nuevo a sus diseños cierto contenido emocional.

Más simplicidad 
John McWhorter
Periodista
Las visiones del futuro que resultan atractivas suelen ser evasiones de la modernidad. Los pensadores siempre han encontrado irritantes las categorías difusas e intrincadas de la modernidad. El pronosticador a menudo escucha un universo alternativo en el que la vida es más simple, por más que pueda llegar a ser horrible. En su simplicidad, esas visiones son antimodernas y señalan un retroceso hacia el útero: plácido, predecible y no exigente.
 Hasta las visiones distópicas se relacionan con la simplicidad. La visión alternativa de Orwell de la década de 1980 describía un control mental que impedía todo compromiso con la complejidad y los matices. El futurólogo Ray Kurzweil, por su parte, pronostica que en 2045 las computadoras habrán pasado a ser más inteligentes que las personas y constituirán una superinteligencia que en la actualidad resulta inconcebible. La idea de que la esencia humana deje de existir es desagradable, pero tan escapista como su polo opuesto. La superinteligencia volverá trivial lo que nos confunde, y tal vez hasta la propia confusión.
Un futuro igualmente probable  es que todo sea tan difícil de analizar como hoy, pero de forma diferente. Una visión plausible en 2045 es que la vida siga reducida a: “¡Ultra, apagá esta maldita cosa!”,frase célebre de Súper Sónico dirigida a su mujer, en Los Supersónicos, la serie de dibujos animados, creada en los años 60 del siglo pasado por Hanna & Barbera.
© The New York Times, The Guardian y Clarin, 2011. Trad. de E. Carnelli y J. Ibarburu

1 comentario:

German Banchio dijo...

Esta nota tiene muy buena pinta... pero se hace larga... un buen resumen vendría muy bien! ;)