Me explotó la cabeza

Durante esta semana que está terminando tuve una epifanía. Una especie de revelación sobre mi comportamiento ante determinados sucesos.
Me interesa compartir el aprendizaje mas allá del problema. Entiendo que quienes puedan llegar a leer este blog busquen ideas o posteos relacionados a negocios, innovación y algunas herramientas.
Lo que sucedió tiene que ver en cómo tomamos decisiones y qué hacemos con el resultado de estas. En general, solemos "visualizar" la forma en que tomaremos una decisión y el impacto que generará. Es mas bien un deseo, porque no podemos controlar todo.
Lo vi en mi cabeza de un modo absolutamente claro, lo “visualice” como dicen ahora los coach, esa versión bilingüe y sobre educada de los taxistas.
Pero es real que por mas que querramos contentar a todos, siempre habrá una o mas personas que dirán que la decisión fue egoísta, ambiciosa e incluso destructiva. Aún en contra de nuestros deseos.
¿Debemos ocuparnos de esto? ¿O solo dejar que ocurra? ¿Hay que dejar a todos conformes?

La respuesta es no. Y la pregunta posterior es: ¿Qué deseo que suceda con esto que decidí? Tiene que haber una (o a lo sumo dos) intenciones concretas y que están relacionadas al bienestar propio y luego al del negocio o proyecto.

Con esto no quiero justificar que te tiene que chupar un huevo todo. Pero la culpa no debe formar parte de ese desenlace. La amistad, el amor, el progreso de tus colaboradores, la rentabilidad de tu cliente y todos aquellos a los que esta decisión salpicará. El tiempo, todo lo cura.
Y aún cuando la decisión que tomemos no cumpla con lo que deseemos que suceda, es lo que nuestros recursos intelectuales lograron definir.

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