Es común escuchar a personas con proyectos nuevos justificar la inacción o el fracaso debido a que son proyectos de vanguardia.
Por ejemplo, poner un bar en el centro de la ciudad no debería ser un emprendimiento complicado. Es posible acceder a otras experiencias y casos que permitirían minimizar las malas decisiones.
Pero un bar donde se coma con la mano, se pague lavando los platos y en las afueras de la ciudad, tiene pocas referencias para poder llegar a un modelo exitoso.
Hay que hacerse cargo de la vanguardia. El que intenta crear y apostar por cosas nuevas, debe saber que su función es crear y abrir caminos, y en consecuencia, ser exitoso.
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