Cuando la crisis parece emerger de la escasez de recursos es porque el desarrollo estable de un proyecto dependió directa y exclusivamente de un esquema burocrático.
En una burocracia cada persona es un factor de producción y nada más. En una comunidad cada persona es socia de una causa y es parte esencial de la cadena de creación de valor.
En una burocracia la lealtad, la dedicación, el profesionalismo y el compromiso son productos de la dependencia económica. En una comunidad emanan de la afiliación a los propósitos profesionales y las metas del equipo.
La burocracia administra el trabajo de las personas. La comunidad da sentido a la producción: no para qué sirve, sino qué significa para quienes lo hacen.
En una burocracia los empleados se limitan a acatar órdenes y normas que carecen de valor para generar ventajas competitivas y para desarrollarse profesionalmente. En una comunidad la figura del empleado se desdibuja, porque es posible crear normas, formas y métodos en función del valor que se propone el grupo crear.
La consultora Towers Perrin encuestó en el 2005 a 86 mil empleados de pequeñas y grandes empresas de 16 países. La idea era medir cómo se sentían con su trabajo con relación a la organización en donde lo desarrollaban y a su vida personal.
El estudio encontró, entre otras cosas, que el 14% de los empleados se sienten altamente comprometidos con su trabajo, y que el 24% es indiferente. En síntesis, concluyó que la amplia mayoría, el 85%, de los integrantes de la fuerza laboral del mundo da menos de lo que podría dar.
Gary Hamel en el libro El Futuro de la Administración sugiere que existe actualmente en las organizaciones una fórmula catastrófica que da por tierra con cualquier camino hacia la creación de valor y ventajas competitivas: Exceso de Gestión + Escasez de Libertad. Sostiene que “para obtener más de las personas hay que administrarlas menos”.
Según el autor, la fórmula de la creación de valor, está dada por un 35% de Pasión, 25% de Creatividad, 20% de Iniciativa, 15% de Intelecto, 5% Diligencia y 0% Obediencia. Obviamente, se explica, le da valor a la obediencia en el sentido de que hay reglas que deben cumplirse pero ve una tragedia corporativa cuando sólo se trata de obedecer. Además, “la obediencia, la diligencia y la pericia se pueden comprar prácticamente por nada”.
El desafío de las burocracias es poder contener a los innovadores evitando que se vuelvan prisioneros de lo que existe, y facilitando que sueñen y desarrollen lo que podría llegar a existir. Las comunidades facilitan eso. Las comunidades no son burocracias con actividades comunes una vez al mes.
La crisis no es escasez de recursos. Es la incapacidad de innovar, de producir diferencia y ventajas competitivas. La crisis es la incapacidad de ampliar el alcance de la libertad de los empleados, con menos supervisión y sin sacrificar la productividad. Es la impericia para crear un proyecto en donde la unión de base sea el espíritu de comunidad y no el aparato burocrático. La crisis es la incapacidad de ampliar el sentido de la misión que alienta a las personas a ser y sentirse mejores.
Hamel explica en su libro que “la innovación se rige por una ley de poder: por cada mil ideas extrañas sólo vale la pena experimentar con 100; de esas, no más de 10 ameritarán una inversión significativa y sólo dos o tres terminarán siendo el motor de una bonanza”.
Toda crisis implica reducir costos y es posible atravesarla con equipos con más lógica de comunidad que de burocracia. Las tragedias implican contraer las libertades, penalizar la creatividad, deprimir la iniciativa y empujar a los fanáticos a que se conviertan en autómatas.
Tres libros clave sobre estos asuntos:
El futuro de la administración, Gary Hamel
Más allá de la competencia, Edward de Bono
The Innovator’s Dilemma, Clayton M. Christensen
Extraído de: http://www.amphibia.com.ar/pablo-mancini/
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